Tema 1: La Creación (Creación, Pecado y Salvación).

1. LA CREACIÓN

a) Los días de la creación


Imagen: Los días de la creación

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Como todo un arquitecto Dios planificó y creo todo perfectamente y por etapas[1]:
Días 1-3: Dando forma
  • Primer día: Tiempo (Gn 1, 3-5)
  • Segundo día: Espacio (Gn 1, 6-8)
  • Tercer día: Vida (Gn 1, 9-13)
Días 4-6: Llenando el vacío
  • Cuarto día: Los que gobiernan el tiempo (Gn 1, 14-19)
  • Quinto día: Los que gobiernan el espacio (Gn 1, 20-23)
  • Sexto día: Los que gobiernan la vida (Gn 1, 24-31)
Día 7: La alianza del sábado con la creación (Gn 2, 1-3)
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo su ornato. Terminó Dios en el día séptimo la obra que había hecho, y descansó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque ese día descansó Dios de toda la obra que había hecho.


[1] Hahn, S. (2004), Comprender las escrituras, Woodridge, Illinois. Midwest Theological Forum (MTF) páginas 45-47
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b) La creación una alianza de Dios con el universo
Es importante reflexionar sobre ¿Cuál es el verdadero propósito del relato de la creación?
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra”. Dios crea por el poder de su Palabra. Simplemente llama al mundo a la existencia. Esa misma Palabra de Dios es la que se hizo carne y habitó entre nosotros. En el Nuevo Testamento se descubre que la Palabra no es una declaración impersonal. Es el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
“La tierra era caos y vació”. No había estructura en la tierra y nadie vivía en ella. Una forma de ver el relato de la creación es dividirlo en dos grupos de tres días. En los tres primeros días, Dios crea el lugar; la estructura de la tierra. En los tres días siguientes, Dios crea los habitantes que la llenan. En otras palabras, Dios primero crea unas estructuras y luego las llena con habitantes.
En los tres primero días Dios crea un mundo apto para vivir. Ha proporcionado las tres formas de vida terrena. El día y la noche nos dan el tiempo; el cielo y el mar nos dan espacio; y la tierra y la vegetación nos dan un lugar para vivir.
Los tres siguientes corresponden con los tres primeros:
  • El cuarto día, Dios crea el sol para gobernar el día, y la luna y las estrellas para brillar en la noche.
  • El quinto día, Dios crea las aves y los peces para llenar el cielo y los mares.
  • El sexto día, Dios crea las bestias del campo y al final a los seres humanos para que vivan en una tierra dotada de vegetación.
Finalmente el séptimo día Dios descansa.
La palabra hebrea que significa “sellar la alianza” se basa en la palabra hebrea “siete”. Alguien que dijera “sellar una alianza” diría literalmente en hebreo “Yo hago un siete”.
Al mencionar séptimo día, significa que Dios está sellando una alianza con el universo. Él no es simplemente el Señor y nosotros no somos meros esclavos. Él es más que el Creador y nosotros más que sus criaturas. Si Dios se hubiera detenido el sexto día, solo seriamos criaturas: seriamos esclavos y propiedad de Dios. Pero Dios fue más allá. “Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó porque ese día descansó Dios de toda la obra que había realizado en la creación”. Dios nos invita a participar en ese descanso, porque este descanso representa la relación de alianza que Dios establece con su creación.
Toda la creación es un gran templo para dar culto a Dios creador:
La creación es revelada como primer paso hacia la Alianza, como el primer testimonio del amor todopoderoso de Dios (cf. Gn 15, 5; Jr 33, 19-26). Por eso, la verdad de la creación se expresa con un vigor creciente en el mensaje de los profetas (cf. Is 44, 24), en la oración de los salmos (cf. Sal 104) y de la liturgia, en la reflexión de la sabiduría (cf. Pro 8, 22-31) del pueblo elegido (CEC 288).
c) La creación del ser humano a imagen de Dios.


La creación de Adán
 Imagen: La creación de Adán
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Polvo y carne
Entonces YHWH Dios formó al hombre con polvo del suelo: Gen 2,6-7ª. El hombre hunde sus raíces en el polvo de que fue tomado. La materia no le es inferior puesto que el mismo es materia.
Un ser viviente

E insufló en sus narices aliento de vida y resulto el hombre un ser viviente: Gen 2,7b. El hombre no es solo materia; le fue dada la vida.

Un espíritu

El Espíritu da consistencia al compuesto carne-vida. El Espíritu capacita al hombre para la comunicación con Dios y para comprender las realidades divinas. El hombre no es un compuesto de partes, sino una unidad. Si lo dividimos es sólo para distinguir y dar a cada uno de sus componentes la importancia merecida.

Imagen y semejanza de Dios

"Hagamos al hombre a imagen nuestra según nuestra semejanza... y creó al hombre a imagen suya a imagen de Dios le creó": Gen 1,26-27. Todo el hombre es imagen y semejanza de Dios
  • Imagen (sélem: copia, reproducción exacta): Suscita la presencia real de aquello que reproduce. Es la representación de la realidad. 
  • Semejanza (demut: parecido similitud): Incita a considerar distintos dos elementos que se parecen. Así por ejemplo: Andrés y Pedro se asemejan entre sí porque son hermanos, pero son distintos el uno del otro.
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d) Las características de Dios en el hombre
El hombre es la representación visible (imagen) de Dios, pero al mismo tiempo es diferente de Él. Sólo le es semejante. El hombre no es Dios.  Siendo imagen de Dios en el mundo, es la proyección de la vida divina. Por eso, para comprender a fondo nuestra realidad, debemos buscar las raíces de nuestro ser en Dios mismo. 
  • Dios es comunidad: La comunidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • Dios es amor: 1 Juan 4,8.
  • Dios es creador: de todo cuanto existe.
Estas tres características se reflejan en el hombre:

El hombre llamado a vivir en comunidad

Macho y hembra los creó: Gen 1, 27. El género humano es hecho comunidad, como Dios es comunidad: "No es bueno que el hombre este solo. Voy hacerle una ayuda ´adecuada´” (Kenegdó): Gen. 2, 18.
El termino hebreo kenegdó, que se ha traducido por “adecuada”, tiene un sentido más profundo. Significa “su correspondiente con quien embona perfectamente”, “su enfrente,” “la parte complementaria de sí” “el otro yo”.
Para que el hombre no se sintiera solo, comenzó la maravillosa peregrinación que los ojos humanos hayan complementado. Todos los seres de la creación se engalanaron para presentarse ante su señor. Sin embargo, el hombre se limitó a poner nombre tanto a las cosas como a los animales.
Dar el nombre el nombre en la mentalidad bíblica significa tomar posesión de, dar su sentido a, estar sobre.
Todos los seres de la creación le eran inferiores como para que pudiera contentarse con alguno de ellos. Como en toda la creación no pudo encontrar su ayuda adecuada, su “Kenegdó”, entonces Dios intervino: YHWH Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre el cual se durmió.  Y le quito una de las costillas...de la costilla que YHWH Dios había tomado, formo una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: "esta  si es huesos de mis huesos y carne de mi carne. Será llamada varona porque del varón ha sido tomada" Gen: 2, 21-23.
El hombre encontró su complemento perfecto, su Kenegdo, y reconoció, gracias a la diferencia, su identidad como hombre.
En este plan de Dios el hombre no es superior a la mujer. Ambos son de la misma naturaleza; dos seres que se complementan. Así lo sugiere el relato: “is”, “issáh”, (hombre, mujer) recalca la igualdad de naturaleza de los dos sexos. Hombre y mujer están íntimamente unidos en el plan de Dios: El hombre no podrá llegar a su plenitud prescindiendo de ella, pues a pesar de su amistad con Dios y ser el rey de la creación, se sentía terriblemente solo.
La relación de unión y dependencia de la mujer con respecto al hombre no puede ser expresada con mayor claridad que con la imagen de que ella fue formada de una costilla del varón. Ciertamente ambos son interdependiente y se necesitan mutuamente.

El hombre creado para amar

Al amar y ser amados se van realizar ambos como personas. El hombre y la mujer son la imagen de Dios que es amor y que es comunidad. Así como en la divinidad encontramos en el hombre y la mujer, la imagen de Dios, algo semejante: El hombre y la mujer, siendo dos personas distintas participan de la misma naturaleza. Pero, lo que significa al hombre y la mujer, más que la naturaleza, es el amor que es el vínculo de unión entre las tres Personas divinas en la Trinidad. La imagen y la semejanza que se refleja en la comunidad adquiere mayor interés cuando el amor se proyecta entre el varón y la varona. Hombre y mujer son una imagen muy bien lograda de la misma Trinidad. “Entre Dios y el hombre existe el mayor parentesco” (San Macario).

El hombre es co-creador

El hombre es el creador y responsable de la creación. Y los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla. Dominen en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra” Gen 1,28.
Dios quiso hacer al hombre participe de su acción creadora. Creación que terminó no con el Shabbat, cuando Dios descansó al ver que todas las cosas estaban muy bien hechas. El reposó al confiar y participar su poder creador al hombre y encomendarle la obra de sus manos.
El hombre es responsable de este mundo que le ha sido encomendado:
"Tomo YHWH Dios al hombre y lo puso en un jardín para que lo labrase y lo cultivase" Gen 2,15.
"Lo hiciste señor de la obra de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes todos juntos, y aun las bestias salvajes, y las aves del cielo y los peces del mar que surcan las sendas de las aguas. Los cielos son cielos del Señor. La tierra se le ha dado a los hijos de Adán" Sal 8,7; 115,16.
Desde entonces el trabajo es esencial al hombre. El hombre para “ser” necesita trabajar. El hombre es hombre en la medida que realiza el plan de Dios: labra la tierra, hacerla dar frutos cada vez mejores, construir la Nueva Tierra con la semilla de nuestro mundo.
Dios creador, ha hecho al hombre cocreador, responsable de la creación. Estamos en el séptimo día de la creación: "Así fueron constituidos los cielos y la tierra con todo su aparato; y el día séptimo ceso Dios de toda la tarea que había hecho.Estos fueron los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados" Gen 2,1-4a.
La culminación de este maravilloso proyecto divino es expresado con un superlativo: Vio Dios todo cuanto había hecho y he aquí que todo estaba muy bien hecho" Gen 1, 31a.

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2. EL PECADO. 

a) Origen y causas del pecado.
ORIGEN 

Para hablar del pecado hay que encontrar su origen en la historia de la creación del hombre, específicamente en el momento de la caída que narra el Génesis 3, generando el pecado original, se llama así porque se dio en el origen de la humanidad.
El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 390 dice que “La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres”.[1] El pecado original fue la desobediencia de nuestros primeros padres, que se dejaron seducir por esa voz seductora, opuesta a Dios, y al ser tentados por el diablo: "Serán como dioses", dejaron morir su corazón la confianza en su Creador, rompiendo la amistad que Dios estableció al crearlos, por tanto, “en adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad”, y desde este hecho se da una verdadera invasión del pecado en el mundo, lo cual se refleja y confirma en la historia de la salvación, como por ejemplo el fratricidio cometido por Caín en Abel (Gn. 4, 3-15), Lamec tuvo dos esposas (Adá y Silá): es el primer caso de bigamia o poligamia que se menciona en la Biblia (Gen. 4. 23-24) dándose la ruptura de la alianza matrimonial, las depravaciones graves (Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1 Co 6,10; 1 Tm 1,10), El incesto de Lot y sus hijas (Gn. 20, 30-38), el asesinato del hijo e Dios en la cruz del calvario, etc.

CAUSAS

La causa del pecado es el mismo hombre que abusa de su libertad, haciendo lo que me más le gusta y le agrada, sin embargo, hay unos factores que inclinan al hombre a pecar:
Ø   El principal es el demonio: que nos presenta realidades desfiguradas como si fueran algo deseable y bueno, aunque realmente sean malas. Provoca al hombre tentándolo.
Ø   Carne o concupiscencia: instintos y apetitos humanos desordenados. La carne convierte en pecado realidades que son buenas en sí mismas, dentro del plan de la creación de Dios: convierte el sexo en lujuria, el deseo de buena fama en vanidad, la justa aspiración a poseer lo necesario en avaricia, el amor a la patria en nacionalismo exarcebado.
Ø   Vicios o hábitos de pecado: repetición de actos malos que hacen más difícil la enmienda. Un hombre habituado a la pereza, a malgastar su tiempo, fácilmente tenderá a rehuir el esfuerzo, a no rendir en su trabajo y estará robando a su empresa.
Ø   Tentaciones: realidades desfiguradas que aparecen ante el hombre como bienes deseables, cuando realmente son nocivas. Hay muchos campos y pueden ser muy sutiles, internas o externas.
Ø   Peligros de pecado: situaciones externas que propician el ambiente de pecado: falta de educación, hambre, ociosidad, malos ejemplos, anomalías familiares, influencia de estereotipos sociales. Por ejemplo, hoy está muy difundida la promiscuidad sexual juvenil a causa de los modelos de comportamiento que se presentan en el cine, la televisión, etc.
Ø   Atractivos del mundo: poder, riquezas, situación social. Son valores buenos en sí mismos si van ordenados al fin de la propia felicidad, a la gloria de Dios y a la salvación del alma. Sin embargo, cuando se convierten en fines en sí mismos nos llevan fácilmente al pecado. Por ejemplo, matar para adquirir poder, hacer trampas para conseguir dinero, arruinar a otros para ganar estatus social, etc.
Ø   Simple egoísmo o apego desordenado a sí mismo: el que sólo busca satisfacer sus deseos es fácil presa de desviaciones morales. Al contrario, el hombre altruista que piensa siempre en los demás, que vive para Dios... tiene grandes garantías de perseverar en el bien.


[1] Concilio de Trento: DS 1513; Pío XII, enc. Humani generis: ibíd, 3897; Pablo VI, discurso 11 de julio de 1966
b) Definición de pecado.
  • El pecado dice San Agustín, es “toda palabra, acto o deseo contra la Ley de Dios (cfr. Contra Faustum, 22 c. 27: PL 42,418), también lo define como “dejar a Dios por preferir las criaturas”.
  • El Catecismo de la Iglesia Católica lo define como: “una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana” (CEC 1849).
  • La definición clásica de pecado es: “la transgresión”: es decir, violación o desobediencia “voluntaria”: porque se trata no sólo de un acto puramente material, sino de una acción formal, advertida y consentida contra “de la ley divina”: o sea, de cualquier ley obligatoria, ya que todas reciben su fuerza de la ley eterna.
Por tanto, el pecado es una ofensa a Dios. Por el pecado el hombre se rebela contra el amor de su Creador, desobedeciendo a la Ley Divina, demostrando un amor a sí mismos y un desprecio a Dios. Por consiguiente, el pecado es la mayor tragedia que puede acontecer al hombre: en pocos momentos ha negado a Dios y se ha negado también a sí mismo a causa de un capricho pasajero.
El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos a ellos (CEC 1879):
  • Participando directa y voluntariamente.
  • Ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos
  • No revelando o no impidiendo el acto de pecado, cuando se tiene obligación de hacerlo.
  • Protegiendo a los que hacen el mal.
c) Clasificación general del pecado.


El Catecismo de la Iglesia Católica establece una variedad de pecados:
  • En la Carta de San Pablo a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu Santo: fornicación, impurezas, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes (CEC 1852).
Los pecados también se pueden distinguir por:
  • Su objeto como en todo acto humano: el objeto es el bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad.
  • Según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto.
  • Según los mandamientos que quebrantan.
  • Según que se refieran a Dios (blasfemia, perjuicio, etc.), al prójimo (homicidio, adulterio, etc.), a sí mismo.
  • Se los puede dividir en pecados espirituales y carnales o también en pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión.
d) Clasificación más conocida del pecado.
Pero la clasificación más conocida es la de los pecados según su gravedad: veniales, mortales y contra el Espíritu Santo.
      
PECADO VENIAL

“Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento” (CEC 1862).
Venial viene de la palabra “venia”, que significa perdón, y alude al más fácil perdón de este tipo de faltas: se remite no exclusivamente en el fuero sacramental sino también por otros medios.
“El pecado venial difiere sustancialmente del mortal, ya que no implica el elemento esencial del pecado mortal que es la aversión a Dios con la transgresión deliberada y voluntaria de la ley moral”.
El papa Juan Pablo II lo explica de la siguiente manera: “cada vez que la acción desordenada permanece en los límites de la separación de Dios, entonces el pecado es venial. Por esta razón, el pecado venial no priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni por tanto, de la bienaventuranza eterna”
Para que haya pecado venial se requiere de las siguientes condiciones:
  • Porque la materia es leve, por ejemplo: mentira jocosa, falta de aprovechamiento del tiempo, pequeñas desobediencia a los padres, etc.
  • Porque siendo la materia grave, la advertencia o el consentimiento no han sido perfectos, por ejemplo: pensamientos impuros semi-consentidos, una ofensa en un partido de fútbol, etc.
Así también es importante recordar que el pecado venial objetivamente considerado puede hacerse subjetivamente mortal por las siguientes causas:
  • Por conciencia errónea (ejemplo: si se cree que una mentira leve es pecado grave, y se dice, se peca gravemente).
  • Por un fin gravemente malo (ejemplo: si se dice una pequeña mentira y gracias a ella se puede cometer un hurto grave).
  • Por acumulación de materia (cometer varias veces el mismo pecado venial y no arrepentirse de ello).
  • Por el grave detrimento que siga del pecado venial: daños materiales, por ejemplo: que por descuido médico leve ocasione un daño irreparable al paciente.
  • Peligro de pecado mortal, por ejemplo la persona que acude a espectáculos que luego será ocasión de pecado y por peligro de escándalo, por ejemplo quien inventa aventuras que luego se convertirán en pecado.

EFECTOS DEL PECADO VENIAL
  •  Debilita la caridad
  •  Entraña un afecto desordenado a bienes creados
  •  Impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral.
  •  Merece penas temporales.
  •  El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal.[1]
No obstante, el pecado venial no nos hace contrarios a la voluntad y la amistad divinas; no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la gracia de Dios. “No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna”.[2]
«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos, los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la confesión...»[3]     
PECADO MORTAL

"Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento"[4]
Es el que separa totalmente al hombre de Dios y requiere del sacramento de la Reconciliación para que sea perdonado.
El pecado mortal destruye la caridad del corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.[5]
El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el sacramento de la Reconciliación.[6]
Para que un pecado sea mortal, se requiere de tres condiciones: materia grave, pleno conocimiento y deliberado consentimiento.[7]
  • Materia grave: es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico (MC 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.[8]
  • Pleno conocimiento y deliberado consentimiento: presupone que se conoce el carácter pecaminoso del acto, de su oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.[9]
EFECTOS DEL PECADO MORTAL

Los principales efectos que causa en el alma un solo pecado mortal voluntario son:[10]
  • Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia.
  • Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno.
  • Pérdida de las virtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo.
  • Pérdida de la presencia amorosa de la Santísima Trinidad en el alma, que es incompatible con la aversión a Dios propia del pecado mortal.
De modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.

PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

“Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12, 10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cf DeV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.[11]
Entre los pecados se incluyen la presunción de salvarse sin méritos, la desesperación, la impugnación de la verdad cristiana conocida, la obstinación en el pecado y la impenitencia final.
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[1] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1863
[2] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1863-1864
[3] (San Agustín, In epistulam Iohannis ad Parthos tractatus 1, 6).
[4] Catholic.net. Pecados según su gravedad. Extraído el 30 de julio de 2013 de la página web: http://es.catholic.net/conocetufe/364/817/articulo.php?id=21115
[5] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1851.
[6] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1856.
[7] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1857.
[8] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1858.
[9] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1859.
[10] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1861.
[11] Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1864.


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3. LA PROMESA DE SALVACIÓN


a) El protoevangelio: Génesis 3, 15.

Dios que es amor, no quiso dejar abandonado al hombre a su suerte, ni que pereciera en las garras del pecado, que trajo la muerte al mundo, por la desobediencia de Adán y Eva, sino le anuncia a este la Promesa de Salvación, el plan salvífico de Dios para la su creación.
El Señor maldice a la serpiente, figura del espíritu del mal, diciendo: “Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón” (Gén 3,15). Este pasaje bíblico nos perfila la figura de María, la imagen de la Inmaculada que es símbolo del triunfo de Dios sobre el mal. Dios prometió en el paraíso que una mujer humillaría a la serpiente al dar a luz a su hijo. Esa mujer es María, la nueva Eva, libre del pecado original desde antes de su concepción, gracias a la obra redentora de su Hijo Jesús, quien nos libera del mal y de la muerte eterna.
Los primeros cristianos llaman al texto bíblico de Génesis capítulo 3, versículo 15, como el Protoevangelio, «Primer Evangelio», es decir, primera buena nueva, que deja entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad.
Frente al pecado, la primera reacción del Señor no consistió en castigar a los culpables, aunque les hizo saber las consecuencias del mismo, sin embargo a través de su Palabra,  Dios les abre una perspectiva de salvación y los compromete activamente en la obra redentora, mostrando su gran generosidad también hacia quienes lo habían ofendido.
Las palabras del Protoevangelio revelan, además, el singular destino de la mujer que, a pesar de haber precedido al hombre al ceder ante la tentación de la serpiente, luego se convierte, en virtud del plan divino, en la primera aliada de Dios.
Eva fue la aliada de la serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que, invirtiendo esta situación, él hará de la mujer la enemiga de la serpiente, por eso es que se le considera a María, como la nueva Eva.

b) Jesucristo descendiente del linaje de la mujer.

Retomando el texto de Génesis 3, 15, «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» que, según el original hebreo, no atribuye directamente a la mujer la acción contra la serpiente, sino a su linaje, es decir a su descendencia, al hijo: Cristo Jesús, quien es el que aplasta la cabeza de la serpiente, da muerte al pecado, a través de su pasión, muerte, resurrección y ascensión a los cielos.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), en su numeral 411, incorpora un elemento nuevo al mencionar que: «la tradición cristiana ve en esta cita bíblica (Gn 3, 15) un anuncio del “nuevo Adán” que por su “obediencia hasta la muerte en la cruz” repara con sobreabundancia la descendencia de Adán; y además nos recalca lo mencionado anteriormente sobre la mujer anunciada en el “Protoevangelio,” la madre de Cristo, María, como “nueva Eva”, quien de manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: DS 2803)
Estamos frente a la profecía y promesa más grande e importante de todo el Antiguo Testamento, que dará su cumplimiento en El Nuevo Testamento, aunque la bondad y el amor de Dios superan los límites que aquí se proyectan. En razón de esta promesa vendrán todas las elecciones y las alianzas, las intervenciones de Dios y su mensaje; toda la Historia de la Salvación parte de este vértice.
La historia del pueblo de Israel no será sino el ir preparando el camino y determinando con rasgos más claros el bosquejo que ahora se deja entrever. En una palabra, podemos decir que es la promesa de nuestro retorno a la casa del Padre.
 Y los echó YHWH Dios del jardín del Edén: Gen3, 23, desde entonces el hombre anda errante con nostalgia del paraíso perdido. Su corazón arde con sed de infinito que nada apacigua ni sacia.
Sin embargo, antes de arrojarlos fuera, Dios se preocupó todavía de hacerles túnica de piel. Nuevo rasgo de delicadeza de Dios para con el hombre caído. Pero no sólo eso. El texto quiere decir que únicamente Dios puede cubrir la desnudez del hombre y la mujer. Al elaborar Dios los vestidos a nuestros primeros padres estaba prometiendo que, aparte de quitar el pecado, iba a suprimir también todas las consecuencias. 

c) Todos necesitamos salvación.

Si Adán y Eva representan a toda la humanidad como a cada hombre en particular, no son menos típicos sus dos hijos Caín y Abel que simbolizan los tipos de hombres que existen en la tierra: Abel, el prototipo de la buena semilla que se ha de dar en toda la historia de la salvación; Caín, la cizaña que crecerá en el mismo campo.
Ellos encarnan el interior de cada hombre, dentro de nosotros existe el Caín y el Abel, que son descritos por San Pablo como el hombre viejo y el hombre nuevo que luchan entre sí.
A la rebelión del hombre contra Dios, le siguió la lucha fratricida del hombre contra el hombre, que es su hermano. Las guerras, odios, rencores y envidias de los hombres contra los hombres son consecuencia del pecado. Al separarse el hombre de Dios, se separó de su hermano.

Por lo tanto, todo hombre necesita de salvación, la cual encuentra en Jesucristo, el Hijo de Dios Hecho Hombre, que vino al mundo para salvarnos.

2 comentarios:

  1. Cada vez que uno lee o escucha como surge la creación no deja de sorprenderse con las maravillas creadas por Dios.

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  2. Hermoso texto, muy agradable a la lectura, que nos ilustra la creación de Dios, se muestra como el padre amoroso que cuida de sus hijos,hasta que ellos le desobedecen, aún así, cuando antes de ser expulsados del jardín del Edén se preocupa de que Adán y Eva tengan lo necesario y nos hace la promesa de que la descendencia de Eva será nuestra redebtora.
    Además nos muestra y como a pesar de que pecamos, Él es misericordioso y a través de su hijo, nos vino la salvación.

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