1. LA CREACIÓN
a) Los días de la creación
a) Los días de la creación
Imagen: Los días de
la creación
Como todo un arquitecto Dios planificó y creo todo perfectamente y por etapas[1]:
Días 1-3: Dando forma
- Primer día: Tiempo (Gn 1, 3-5)
- Segundo día: Espacio (Gn 1, 6-8)
- Tercer día: Vida (Gn 1, 9-13)
Días 4-6: Llenando el vacío
- Cuarto día: Los que gobiernan el tiempo (Gn 1, 14-19)
- Quinto día: Los que gobiernan el espacio (Gn 1, 20-23)
- Sexto día: Los que gobiernan la vida (Gn 1, 24-31)
Día 7: La alianza del
sábado con la creación (Gn 2, 1-3)
Y quedaron concluidos el
cielo, la tierra y todo su ornato. Terminó Dios en el día séptimo la obra que
había hecho, y descansó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y
bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque ese día descansó Dios de
toda la obra que había hecho.
[1] Hahn, S. (2004),
Comprender las escrituras, Woodridge, Illinois. Midwest Theological Forum (MTF)
páginas 45-47
http://profestbarnabas.weebly.com/uploads/2/2/5/4/22543566/5766255_orig.jpg
b) La creación una alianza de Dios con el universo
Es importante reflexionar
sobre ¿Cuál es el verdadero propósito del relato de la creación?
“En el principio creó Dios
el cielo y la tierra”. Dios crea por el poder de su Palabra. Simplemente llama
al mundo a la existencia. Esa misma Palabra de Dios es la que se hizo carne y
habitó entre nosotros. En el Nuevo Testamento se descubre que la Palabra no es
una declaración impersonal. Es el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
“La tierra era caos y
vació”. No había estructura en la tierra y nadie vivía en ella. Una forma de
ver el relato de la creación es dividirlo en dos grupos de tres días. En los
tres primeros días, Dios crea el lugar; la estructura de la tierra. En los tres
días siguientes, Dios crea los habitantes que la llenan. En otras palabras,
Dios primero crea unas estructuras y luego las llena con habitantes.
En los tres primero días
Dios crea un mundo apto para vivir. Ha proporcionado las tres formas de vida
terrena. El día y la noche nos dan el tiempo; el cielo y el mar nos dan
espacio; y la tierra y la vegetación nos dan un lugar para vivir.
Los tres siguientes
corresponden con los tres primeros:
- El cuarto día, Dios crea el sol para gobernar el día, y la luna y las estrellas para brillar en la noche.
- El quinto día, Dios crea las aves y los peces para llenar el cielo y los mares.
- El sexto día, Dios crea las bestias del campo y al final a los seres humanos para que vivan en una tierra dotada de vegetación.
Finalmente el séptimo día
Dios descansa.
La palabra hebrea que
significa “sellar la alianza” se basa en la palabra hebrea “siete”. Alguien que
dijera “sellar una alianza” diría literalmente en hebreo “Yo hago un siete”.
Al mencionar séptimo día,
significa que Dios está sellando una alianza con el universo. Él no es
simplemente el Señor y nosotros no somos meros esclavos. Él es más que el
Creador y nosotros más que sus criaturas. Si Dios se hubiera detenido el sexto
día, solo seriamos criaturas: seriamos esclavos y propiedad de Dios. Pero Dios
fue más allá. “Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó porque ese día
descansó Dios de toda la obra que había realizado en la creación”. Dios nos
invita a participar en ese descanso, porque este descanso representa la
relación de alianza que Dios establece con su creación.
Toda la creación es un gran
templo para dar culto a Dios creador:
La creación es revelada
como primer paso hacia la Alianza, como el primer testimonio del amor
todopoderoso de Dios (cf. Gn 15, 5; Jr 33, 19-26). Por eso, la verdad de la
creación se expresa con un vigor creciente en el mensaje de los profetas (cf.
Is 44, 24), en la oración de los salmos (cf. Sal 104) y de la liturgia, en la
reflexión de la sabiduría (cf. Pro 8, 22-31) del pueblo elegido (CEC 288).
c) La creación del ser humano a imagen de Dios.
Imagen: La creación de Adán
FUENTE: http://1.bp.blogspot.com/-rgPFMd4Pivk/T5v6iHkchQI/AAAAAAAAA08/DPTSKbLAZyo/s1600/creacion-de-adan-miguel-angel.png
Polvo y carne
Entonces YHWH Dios formó al hombre con polvo del
suelo: Gen 2,6-7ª. El hombre hunde sus raíces en el polvo de que fue
tomado. La materia no le es inferior puesto que el mismo es materia.
Un ser viviente
E insufló en sus narices aliento de vida y resulto el
hombre un ser viviente: Gen 2,7b. El hombre no es solo materia; le fue
dada la vida.
Un espíritu
El Espíritu da consistencia
al compuesto carne-vida. El Espíritu capacita al hombre para la
comunicación con Dios y para comprender las realidades divinas. El hombre
no es un compuesto de partes, sino una unidad. Si lo dividimos es sólo para
distinguir y dar a cada uno de sus componentes la importancia merecida.
Imagen y semejanza de Dios
"Hagamos al hombre a
imagen nuestra según nuestra semejanza... y creó al hombre a imagen suya a
imagen de Dios le creó": Gen 1,26-27. Todo el hombre es imagen y
semejanza de Dios
- Imagen (sélem: copia, reproducción exacta): Suscita la presencia real de aquello que reproduce. Es la representación de la realidad.
- Semejanza (demut: parecido similitud): Incita a considerar distintos dos elementos que se parecen. Así por ejemplo: Andrés y Pedro se asemejan entre sí porque son hermanos, pero son distintos el uno del otro.
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d) Las características de Dios en el hombre
El hombre es la
representación visible (imagen) de Dios, pero al mismo tiempo es diferente de
Él. Sólo le es semejante. El hombre no es Dios. Siendo imagen de Dios en
el mundo, es la proyección de la vida divina. Por eso, para comprender a fondo
nuestra realidad, debemos buscar las raíces de nuestro ser en Dios mismo.
- Dios es comunidad: La comunidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
- Dios es amor: 1 Juan 4,8.
- Dios es creador: de todo cuanto existe.
Estas tres características
se reflejan en el hombre:
El hombre llamado a vivir
en comunidad
Macho y hembra los creó:
Gen 1, 27. El género humano es hecho comunidad, como Dios es
comunidad: "No es bueno que el hombre este solo. Voy hacerle una
ayuda ´adecuada´” (Kenegdó): Gen. 2, 18.
El termino hebreo kenegdó,
que se ha traducido por “adecuada”, tiene un sentido más profundo. Significa
“su correspondiente con quien embona perfectamente”, “su enfrente,” “la parte
complementaria de sí” “el otro yo”.
Para que el hombre no se
sintiera solo, comenzó la maravillosa peregrinación que los ojos humanos hayan
complementado. Todos los seres de la creación se engalanaron para presentarse
ante su señor. Sin embargo, el hombre se limitó a poner nombre tanto a las
cosas como a los animales.
Dar el nombre el nombre en
la mentalidad bíblica significa tomar posesión de, dar su sentido a, estar
sobre.
Todos los seres de la
creación le eran inferiores como para que pudiera contentarse con alguno de
ellos. Como en toda la creación no pudo encontrar su ayuda adecuada, su
“Kenegdó”, entonces Dios intervino: YHWH Dios hizo caer un profundo sueño
sobre el hombre el cual se durmió. Y le quito una de las costillas...de
la costilla que YHWH Dios había tomado, formo una mujer y la llevó ante el
hombre. Entonces éste exclamó: "esta si es huesos de mis huesos y
carne de mi carne. Será llamada varona porque del varón ha sido tomada"
Gen: 2, 21-23.
El hombre encontró su
complemento perfecto, su Kenegdo, y reconoció, gracias a la diferencia, su
identidad como hombre.
En este plan de Dios el
hombre no es superior a la mujer. Ambos son de la misma naturaleza; dos seres
que se complementan. Así lo sugiere el relato: “is”, “issáh”, (hombre, mujer)
recalca la igualdad de naturaleza de los dos sexos. Hombre y mujer están
íntimamente unidos en el plan de Dios: El hombre no podrá llegar a su plenitud
prescindiendo de ella, pues a pesar de su amistad con Dios y ser el rey de la
creación, se sentía terriblemente solo.
La relación de unión y
dependencia de la mujer con respecto al hombre no puede ser expresada con mayor
claridad que con la imagen de que ella fue formada de una costilla del varón.
Ciertamente ambos son interdependiente y se necesitan mutuamente.
El hombre creado para amar
Al amar y ser amados se van
realizar ambos como personas. El hombre y la mujer son la imagen de Dios que es
amor y que es comunidad. Así como en la divinidad encontramos en el hombre y la
mujer, la imagen de Dios, algo semejante: El hombre y la mujer, siendo dos
personas distintas participan de la misma naturaleza. Pero, lo que significa al
hombre y la mujer, más que la naturaleza, es el amor que es el vínculo de unión
entre las tres Personas divinas en la Trinidad. La imagen y la semejanza
que se refleja en la comunidad adquiere mayor interés cuando el amor se
proyecta entre el varón y la varona. Hombre y mujer son una imagen muy bien
lograda de la misma Trinidad. “Entre Dios y el hombre existe el mayor
parentesco” (San Macario).
El hombre es co-creador
El hombre es el creador y
responsable de la creación. Y los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y
multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla. Dominen en los peces del mar y
en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra” Gen 1,28.
Dios quiso hacer al hombre
participe de su acción creadora. Creación que terminó no con el Shabbat, cuando
Dios descansó al ver que todas las cosas estaban muy bien hechas. El reposó al
confiar y participar su poder creador al hombre y encomendarle la obra de sus
manos.
El hombre es responsable de
este mundo que le ha sido encomendado:
"Tomo YHWH Dios al
hombre y lo puso en un jardín para que lo labrase y lo cultivase" Gen
2,15.
"Lo hiciste señor de
la obra de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes
todos juntos, y aun las bestias salvajes, y las aves del cielo y los peces del
mar que surcan las sendas de las aguas. Los cielos son cielos del Señor. La
tierra se le ha dado a los hijos de Adán" Sal 8,7; 115,16.
Desde entonces el trabajo
es esencial al hombre. El hombre para “ser” necesita trabajar. El hombre es
hombre en la medida que realiza el plan de Dios: labra la tierra, hacerla dar
frutos cada vez mejores, construir la Nueva Tierra con la semilla de nuestro
mundo.
Dios creador, ha hecho al
hombre cocreador, responsable de la creación. Estamos en el séptimo día de la
creación: "Así fueron constituidos los cielos y la tierra con todo su
aparato; y el día séptimo ceso Dios de toda la tarea que había hecho.Estos
fueron los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados" Gen
2,1-4a.
La culminación de este
maravilloso proyecto divino es expresado con un superlativo: Vio Dios todo
cuanto había hecho y he aquí que todo estaba muy bien hecho" Gen 1, 31a.
a) Origen y causas del
pecado.
ORIGEN
Para hablar del pecado hay
que encontrar su origen en la historia de la creación del hombre,
específicamente en el momento de la caída que narra el Génesis 3, generando el
pecado original, se llama así porque se dio en el origen de la humanidad.
El Catecismo de la Iglesia
Católica en el numeral 390 dice que “La Revelación nos da la certeza de fe de
que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente
cometido por nuestros primeros padres”.[1] El pecado original fue la
desobediencia de nuestros primeros padres, que se dejaron seducir por esa voz
seductora, opuesta a Dios, y al ser tentados por el diablo: "Serán como
dioses", dejaron morir su corazón la confianza en su Creador, rompiendo
la amistad que Dios estableció al crearlos, por tanto, “en adelante, todo
pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad”, y
desde este hecho se da una verdadera invasión del pecado en el mundo, lo cual
se refleja y confirma en la historia de la salvación, como por ejemplo el
fratricidio cometido por Caín en Abel (Gn. 4, 3-15), Lamec tuvo dos esposas
(Adá y Silá): es el primer caso de bigamia o poligamia que se menciona en la
Biblia (Gen. 4. 23-24) dándose la ruptura de la alianza matrimonial, las
depravaciones graves (Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1 Co 6,10; 1 Tm 1,10), El incesto
de Lot y sus hijas (Gn. 20, 30-38), el asesinato del hijo e Dios en la cruz del
calvario, etc.
CAUSAS
La causa del pecado es el
mismo hombre que abusa de su libertad, haciendo lo que me más le gusta y le
agrada, sin embargo, hay unos factores que inclinan al hombre a pecar:
Ø El principal es el demonio: que nos presenta realidades desfiguradas como si
fueran algo deseable y bueno, aunque realmente sean malas. Provoca al hombre
tentándolo.
Ø Carne o concupiscencia: instintos y apetitos humanos desordenados. La
carne convierte en pecado realidades que son buenas en sí mismas, dentro del
plan de la creación de Dios: convierte el sexo en lujuria, el deseo de buena
fama en vanidad, la justa aspiración a poseer lo necesario en avaricia, el amor
a la patria en nacionalismo exarcebado.
Ø Vicios o hábitos de pecado: repetición de actos malos que hacen más difícil
la enmienda. Un hombre habituado a la pereza, a malgastar su tiempo, fácilmente
tenderá a rehuir el esfuerzo, a no rendir en su trabajo y estará robando a su
empresa.
Ø Tentaciones: realidades
desfiguradas que aparecen ante el hombre como bienes deseables, cuando
realmente son nocivas. Hay muchos campos y pueden ser muy sutiles, internas o
externas.
Ø Peligros de pecado: situaciones
externas que propician el ambiente de pecado: falta de educación, hambre,
ociosidad, malos ejemplos, anomalías familiares, influencia de estereotipos
sociales. Por ejemplo, hoy está muy difundida la promiscuidad sexual juvenil a
causa de los modelos de comportamiento que se presentan en el cine, la
televisión, etc.
Ø Atractivos del mundo: poder, riquezas, situación social. Son valores
buenos en sí mismos si van ordenados al fin de la propia felicidad, a la gloria
de Dios y a la salvación del alma. Sin embargo, cuando se convierten en fines
en sí mismos nos llevan fácilmente al pecado. Por ejemplo, matar para adquirir
poder, hacer trampas para conseguir dinero, arruinar a otros para ganar estatus
social, etc.
Ø Simple egoísmo o apego desordenado a sí mismo: el que sólo busca satisfacer sus deseos es fácil
presa de desviaciones morales. Al contrario, el hombre altruista que piensa
siempre en los demás, que vive para Dios... tiene grandes garantías de
perseverar en el bien.
[1] Concilio
de Trento: DS 1513; Pío XII, enc. Humani generis: ibíd, 3897; Pablo VI,
discurso 11 de julio de 1966
b) Definición de pecado.
- El pecado dice San Agustín, es “toda palabra, acto o deseo contra la Ley de Dios (cfr. Contra Faustum, 22 c. 27: PL 42,418), también lo define como “dejar a Dios por preferir las criaturas”.
- El Catecismo de la Iglesia Católica lo define como: “una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana” (CEC 1849).
- La definición clásica de pecado es: “la transgresión”: es decir, violación o desobediencia “voluntaria”: porque se trata no sólo de un acto puramente material, sino de una acción formal, advertida y consentida contra “de la ley divina”: o sea, de cualquier ley obligatoria, ya que todas reciben su fuerza de la ley eterna.
Por tanto, el pecado es una
ofensa a Dios. Por el pecado el hombre se rebela contra el amor de su Creador,
desobedeciendo a la Ley Divina, demostrando un amor a sí mismos y un desprecio
a Dios. Por consiguiente, el pecado es la mayor tragedia que puede acontecer al
hombre: en pocos momentos ha negado a Dios y se ha negado también a sí mismo a
causa de un capricho pasajero.
El pecado es un acto
personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos
por otros cuando cooperamos a ellos (CEC 1879):
- Participando directa y voluntariamente.
- Ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos
- No revelando o no impidiendo el acto de pecado, cuando se tiene obligación de hacerlo.
- Protegiendo a los que hacen el mal.
c) Clasificación general del pecado.
El Catecismo de la Iglesia
Católica establece una variedad de pecados:
- En la Carta de San Pablo a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu Santo: fornicación, impurezas, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes (CEC 1852).
Los pecados también se
pueden distinguir por:
- Su objeto como en todo acto humano: el objeto es el bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad.
- Según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto.
- Según los mandamientos que quebrantan.
- Según que se refieran a Dios (blasfemia, perjuicio, etc.), al prójimo (homicidio, adulterio, etc.), a sí mismo.
- Se los puede dividir en pecados espirituales y carnales o también en pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión.
d) Clasificación más conocida del pecado.
Pero la clasificación más
conocida es la de los pecados según su gravedad: veniales, mortales y contra el
Espíritu Santo.
PECADO VENIAL
“Se comete un pecado venial
cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral,
o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno
conocimiento o sin entero consentimiento” (CEC 1862).
Venial viene de la palabra
“venia”, que significa perdón, y alude al más fácil perdón de este tipo de
faltas: se remite no exclusivamente en el fuero sacramental sino también por
otros medios.
“El pecado venial difiere
sustancialmente del mortal, ya que no implica el elemento esencial del pecado
mortal que es la aversión a Dios con la transgresión deliberada y voluntaria de
la ley moral”.
El papa Juan Pablo II lo
explica de la siguiente manera: “cada vez que la acción desordenada permanece
en los límites de la separación de Dios, entonces el pecado es venial. Por esta
razón, el pecado venial no priva de la gracia santificante, de la amistad con
Dios, de la caridad, ni por tanto, de la bienaventuranza eterna”
Para que haya pecado venial
se requiere de las siguientes condiciones:
- Porque la materia es leve, por ejemplo: mentira jocosa, falta de aprovechamiento del tiempo, pequeñas desobediencia a los padres, etc.
- Porque siendo la materia grave, la advertencia o el consentimiento no han sido perfectos, por ejemplo: pensamientos impuros semi-consentidos, una ofensa en un partido de fútbol, etc.
Así también es importante
recordar que el pecado venial objetivamente considerado puede hacerse
subjetivamente mortal por las siguientes causas:
- Por conciencia errónea (ejemplo: si se cree que una mentira leve es pecado grave, y se dice, se peca gravemente).
- Por un fin gravemente malo (ejemplo: si se dice una pequeña mentira y gracias a ella se puede cometer un hurto grave).
- Por acumulación de materia (cometer varias veces el mismo pecado venial y no arrepentirse de ello).
- Por el grave detrimento que siga del pecado venial: daños materiales, por ejemplo: que por descuido médico leve ocasione un daño irreparable al paciente.
- Peligro de pecado mortal, por ejemplo la persona que acude a espectáculos que luego será ocasión de pecado y por peligro de escándalo, por ejemplo quien inventa aventuras que luego se convertirán en pecado.
EFECTOS DEL PECADO VENIAL
- Debilita la caridad
- Entraña un afecto desordenado a bienes creados
- Impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral.
- Merece penas temporales.
- El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal.[1]
No obstante, el pecado
venial no nos hace contrarios a la voluntad y la amistad divinas; no rompe la
Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la gracia de Dios. “No priva de
la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto,
de la bienaventuranza eterna”.[2]
«El hombre, mientras
permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos, los pecados leves.
Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los
tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos
pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos
hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la
confesión...»[3]
PECADO MORTAL
"Es pecado mortal lo
que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno
conocimiento y deliberado consentimiento"[4]
Es el que separa totalmente
al hombre de Dios y requiere del sacramento de la Reconciliación para que sea
perdonado.
El pecado mortal destruye
la caridad del corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios;
aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza,
prefiriendo un bien inferior.[5]
El pecado mortal, que ataca
en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva iniciativa
de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza
ordinariamente en el sacramento de la Reconciliación.[6]
Para que un pecado sea
mortal, se requiere de tres condiciones: materia grave, pleno conocimiento y
deliberado consentimiento.[7]
- Materia grave: es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico (MC 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.[8]
- Pleno conocimiento y deliberado consentimiento: presupone que se conoce el carácter pecaminoso del acto, de su oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.[9]
EFECTOS DEL PECADO MORTAL
Los principales efectos que
causa en el alma un solo pecado mortal voluntario son:[10]
- Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia.
- Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno.
- Pérdida de las virtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo.
- Pérdida de la presencia amorosa de la Santísima Trinidad en el alma, que es incompatible con la aversión a Dios propia del pecado mortal.
De modo que nuestra
libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin
embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio
sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.
PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
“Todo pecado y blasfemia
será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será
perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12,
10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente
a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón
de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cf DeV 46). Semejante endurecimiento
puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.[11]
Entre los pecados se
incluyen la presunción de salvarse sin méritos, la desesperación, la
impugnación de la verdad cristiana conocida, la obstinación en el pecado y la
impenitencia final.
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[1] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1863
[2] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1863-1864
[3] (San
Agustín, In epistulam Iohannis ad Parthos tractatus 1, 6).
[4] Catholic.net.
Pecados según su gravedad. Extraído el 30 de julio de 2013 de la página web:
http://es.catholic.net/conocetufe/364/817/articulo.php?id=21115
[5] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1851.
[6] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1856.
[7] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1857.
[8] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1858.
[9] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1859.
[10] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1861.
[11] Catecismo
de la Iglesia Católica numeral 1864.
a) El
protoevangelio: Génesis 3, 15.
Dios que es amor, no quiso
dejar abandonado al hombre a su suerte, ni que pereciera en las garras del
pecado, que trajo la muerte al mundo, por la desobediencia de Adán y Eva, sino
le anuncia a este la Promesa de Salvación, el plan salvífico de Dios
para la su creación.
El Señor maldice a la
serpiente, figura del espíritu del mal, diciendo: “Haré que haya enemistad
entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza
mientras tú herirás su talón” (Gén 3,15). Este pasaje bíblico nos perfila la
figura de María, la imagen de la Inmaculada que es símbolo del triunfo de Dios
sobre el mal. Dios prometió en el paraíso que una mujer humillaría a la
serpiente al dar a luz a su hijo. Esa mujer es María, la nueva Eva, libre del
pecado original desde antes de su concepción, gracias a la obra redentora de su
Hijo Jesús, quien nos libera del mal y de la muerte eterna.
Los primeros cristianos
llaman al texto bíblico de Génesis capítulo 3, versículo 15, como el Protoevangelio,
«Primer Evangelio», es decir, primera buena nueva, que deja entrever la
voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad.
Frente al pecado, la
primera reacción del Señor no consistió en castigar a los culpables, aunque les
hizo saber las consecuencias del mismo, sin embargo a través de su
Palabra, Dios les abre una perspectiva de salvación y los compromete
activamente en la obra redentora, mostrando su gran generosidad también hacia
quienes lo habían ofendido.
Las palabras del
Protoevangelio revelan, además, el singular destino de la mujer que, a pesar de
haber precedido al hombre al ceder ante la tentación de la serpiente, luego se
convierte, en virtud del plan divino, en la primera aliada de Dios.
Eva fue la aliada de la
serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que, invirtiendo
esta situación, él hará de la mujer la enemiga de la serpiente, por eso es que
se le considera a María, como la nueva Eva.
b)
Jesucristo descendiente del linaje de la mujer.
Retomando el texto de
Génesis 3, 15, «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su
linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» que, según el
original hebreo, no atribuye directamente a la mujer la acción contra la
serpiente, sino a su linaje, es decir a su descendencia, al hijo: Cristo Jesús,
quien es el que aplasta la cabeza de la serpiente, da muerte al pecado, a
través de su pasión, muerte, resurrección y ascensión a los cielos.
El Catecismo de la Iglesia
Católica (CEC), en su numeral 411, incorpora un elemento nuevo al mencionar
que: «la tradición cristiana ve en esta cita bíblica (Gn 3, 15) un anuncio del
“nuevo Adán” que por su “obediencia hasta la muerte en la cruz” repara con
sobreabundancia la descendencia de Adán; y además nos recalca lo mencionado
anteriormente sobre la mujer anunciada en el “Protoevangelio,” la madre de
Cristo, María, como “nueva Eva”, quien de manera única, se benefició de la
victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de
pecado original (cf. Pío IX: DS 2803)
Estamos frente a la
profecía y promesa más grande e importante de todo el Antiguo Testamento, que
dará su cumplimiento en El Nuevo Testamento, aunque la bondad y el amor de Dios
superan los límites que aquí se proyectan. En razón de esta promesa vendrán
todas las elecciones y las alianzas, las intervenciones de Dios y su mensaje;
toda la Historia de la Salvación parte de este vértice.
La historia del pueblo de
Israel no será sino el ir preparando el camino y determinando con rasgos más
claros el bosquejo que ahora se deja entrever. En una palabra, podemos decir
que es la promesa de nuestro retorno a la casa del Padre.
Y los echó YHWH Dios
del jardín del Edén: Gen3, 23, desde entonces el hombre anda errante con
nostalgia del paraíso perdido. Su corazón arde con sed de infinito que nada
apacigua ni sacia.
Sin embargo, antes de
arrojarlos fuera, Dios se preocupó todavía de hacerles túnica de piel. Nuevo
rasgo de delicadeza de Dios para con el hombre caído. Pero no sólo eso. El
texto quiere decir que únicamente Dios puede cubrir la desnudez del hombre y la
mujer. Al elaborar Dios los vestidos a nuestros primeros padres estaba
prometiendo que, aparte de quitar el pecado, iba a suprimir también todas las
consecuencias.
c) Todos
necesitamos salvación.
Si Adán y Eva representan a
toda la humanidad como a cada hombre en particular, no son menos típicos sus
dos hijos Caín y Abel que simbolizan los tipos de hombres que existen en la
tierra: Abel, el prototipo de la buena semilla que se ha de dar en toda la historia
de la salvación; Caín, la cizaña que crecerá en el mismo campo.
Ellos encarnan el interior
de cada hombre, dentro de nosotros existe el Caín y el Abel, que son descritos
por San Pablo como el hombre viejo y el hombre nuevo que luchan entre sí.
A la rebelión del hombre
contra Dios, le siguió la lucha fratricida del hombre contra el hombre, que es
su hermano. Las guerras, odios, rencores y envidias de los hombres contra los
hombres son consecuencia del pecado. Al separarse el hombre de Dios, se separó
de su hermano.
Por lo tanto, todo hombre necesita de salvación, la cual encuentra en Jesucristo, el Hijo de Dios Hecho Hombre, que vino al mundo para salvarnos.
Cada vez que uno lee o escucha como surge la creación no deja de sorprenderse con las maravillas creadas por Dios.
ResponderEliminarHermoso texto, muy agradable a la lectura, que nos ilustra la creación de Dios, se muestra como el padre amoroso que cuida de sus hijos,hasta que ellos le desobedecen, aún así, cuando antes de ser expulsados del jardín del Edén se preocupa de que Adán y Eva tengan lo necesario y nos hace la promesa de que la descendencia de Eva será nuestra redebtora.
ResponderEliminarAdemás nos muestra y como a pesar de que pecamos, Él es misericordioso y a través de su hijo, nos vino la salvación.