Tema 4. La Tierra y la Monarquía

1. La Conquista 


Moisés murió a la edad de 120 años, dejando en su lugar como autoridad para el pueblo de Israel  a Josué, quien sería el encargado de dirigir la conquista de Canaán.

A pesar de la infidelidad de Israel, mostrada en el desierto, YHWH acompañó a su pueblo en la lucha por la conquista. Fue una lucha larga y sangrienta, aun cuando los israelitas conquistaron Canaán, nunca lograron librarse por completo de sus enemigos cananeos que los tentaban constantemente a alejarse de la fe verdadera y a adorar falsos ídolos cananeos.

El primer objetivo fue la amurallada ciudad de Jericó, pues era un lugar estratégico de acceso a palestina, una ciudad fuerte e importante situada en el centro de la tierra prometida.

Cuando Dios dijo a Josué que era el momento de comenzar la conquista, decidió enviar dos expías a la ciudad. Cuando el rey de Jericó se enteró de la llegada de los espías israelitas, ellos se alojaron en la casa de una mujer llamada Rajab, descrita como una prostituta, los escondió y luego hicieron un trato: podían esconderse en su casa, siempre y cuando al momento de la conquista los israelitas respetarían la vida de Rajab y su familia, un listón rojo amarrado a su ventana seria la señal para los Israel de que la casa de Rajab permanecería intacta.

Después de escapar por una ventana, los espías llegaron hasta Josué y le contaron lo que habían visto, los habitantes de Jericó estaban atemorizados de Israel, era el momento adecuado para iniciar la conquista por lo que Josué dispuso al pueblo diciendo: “Purificaos, que el Señor va a hacer mañana  cosas prodigiosas entre vosotros”.

Josué ordenó a los levitas que  levantaran el Arca de la Alianza y se dirigieron al río Jordán, y al tocar sus pies las aguas del río, éstas se secaron y nuevamente el pueblo cruzo a pie las aguas. Para los cristianos el paso del Jordán es una prefiguración del bautismo en el que nosotros como nuevo Israel, pasamos por el agua a la tierra prometida.

Al renovar la alianza con Dios, Josué hizo circuncidar a todos los hombres, pues la generación nacida en el desierto no se había circuncidado todavía, después inició la conquista.

Siguiendo las instrucciones de Dios, los Israelitas  atacaron Jericó de forma poco convencional, marcharon alrededor de la ciudad una vez al día, mientras los sacerdotes sonaban las trompetas, durante seis días.

El séptimo día, dieron siete vueltas a la ciudad, y a la séptima, el pueblo alzó un fuerte grito y la muralla de la ciudad se derrumbó y los judíos tomaron la ciudad, respetando la vida de Rajab y su familia.

Rajab se considera una figura importante en la historia cristiana, pues contrajo matrimonio con un Israelita y San Mateo la ubica dentro de los antepasados de David y por consecuencia dentro de los antepasados de Jesús.

Dios había prometido mandar “avispas” delante de su pueblo para ayudarle a sacar a los cananeos de la tierra prometida, y mantuvo su promesa,  no mandó una plaga de avispas literalmente, sino que mandó a los cananeos plagas de guerras y tiempos difíciles. Mucho tiempo antes de la llegada de los hebreos, Canaán estuvo bajo la influencia de los egipcios, las tribus cananeas estaban un poco unidas entre si y podían contar con el ejército egipcio para defenderse. En la época en la que comenzó la conquista de la tierra prometida, Egipto ya se había retirado y sin un poderoso aliado que las mantuviera unidas, las ciudades y tribus de Canaán empezaron a pelear entre ellas y en lugar de unirse contra la invasión de los Israelitas continuaron con sus guerras.


 Fuente: http://palabraquehacevida.files.wordpress.com/2013/09/josue-canaan-jerusalen-590x390.jpg

Con un enemigo desunido, los Israelitas pudieron conquistar una ciudad tras otra aunque tuvieron que luchar para ganar el territorio centímetro a centímetro. Una vez más Dios cumplió la promesa que había hecho a su pueblo.

Mientras Josué fue su líder, Israel guardó fidelidad a Dios, y sus conquistas fueron continuas y exitosas. Al cumplir 110 años Josué reunió a todos los jefes de las tribus en Siquem, en el mismo lugar en el que Dios le prometió esa tierra a Abrahán y donde después el mismo Josué seria enterrado.

Allí en Siquem todas las tribus juraron lealtad y fidelidad a Dios, aun cuando Josué les advirtiera de lo difícil que sería cumplir este juramento, el pueblo insistió en que serviría al Señor.

“Entonces Josué dijo al pueblo: - Vosotros sois testigos ante vosotros mismos de que habéis escogido servir al señor. Y ellos dijeron: -Somos testigos. Ahora pues , apartad los dioses extranjeros que tenéis entre vosotros e inclinad vuestros corazones ante el Señor, Dios de Israel. El pueblo dijo a Josué: -Serviremos al Señor nuestro Dios y obedeceremos su voz. Aquel día en Siquem Josué hizo una alianza con el pueblo y le impuso leyes y normas. 

Después de esto Josué murió, todos los ancianos de las tribus de Israel que habían hecho el juramento se mantuvieron fieles y sirvieron al Dios verdadero mientras vivieron, sin embargo al morir ellos, el pueblo volvió a ser infiel.

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2. Los Jueces

Los cananeos gustaban de vivir en ciudades, construían templos de piedra y habitaban cómodas casas de ladrillo, en contraste con los israelitas que eran nómadas acostumbrados a vivir en tiendas a quienes les pareció atractiva esta nueva forma de vida. Atraídos por la civilización cananea, también su religión y sus  deidades les fueron agradando, muy pronto las ciudades cananeas se fueron llenando de israelitas admiradores de sus templos y de sus ceremonias.

Entre tanto, las tribus israelitas comenzaron a comportarse como unidades independientes, no como una nación unida, lo que en un momento los condujo a una guerra civil en la que casi es exterminada la tribu de Benjamín, tanta división convertía a Israel en presa fácil para sus adversarios.

Aunque Dios inspiró nuevos líderes para liberar a su pueblo de los enemigos, Israel solo permanecía fiel a Dios por poco tiempo y luego regresaba a la idolatría y todo por que no habían sido capaces de expulsar a los cananeos y preferían asentarse junto a ellos e ignorarlos y luego contagiarse de sus creencias.

Entonces como justicia por su infidelidad Dios permitía que cayeran en manos de otro conquistador, pero en su infinita misericordia, en las horas más oscuras de su pueblo Dios hizo surgir jueces, que rescataron a Israel de sus enemigos. Sin embargo cuando ya estaban a salvo se olvidaban otra vez de Dios y el ciclo volvía a empezar.

Cada juez del pueblo de Israel tuvo una actuación distinta según la época en que le toco servir, siendo en total catorce jueces de los cuales Débora fue la única mujer juez y quien logro una victoria importante para su pueblo, el último de los jueces fue Samuel considerado primero de los profetas y puente entre el periodo de los jueces y los reyes.

JUEZ
REFERENCIA BÍBLICA
REGIÓN O TRIBU

Otoniel
Ehud
Samgar
Débora y
Barac 
Gedeón
Tolá
Yaír
Jefté
Ibsán
Elón
Abdón
Sansón
Samuel

Jueces 3,8-11
Jueces 3, 12-30
Jueces 3, 31
Jueces 4, 1-5,31

Jueces 6, 1-8, 27
Jueces 10, 1-2
Jueces 10, 3-5
Jueces 10, 6-12
Jueces 12, 8-10
Jueces 12, 11-12
Jueces 12, 13-15
Jueces 13 – 16
1 y 2 de Samuel

Judá
Benjamín
Hijo de Anat
Débora- Efraín
Barac – Neftalí
Manasés
Isacar
Galaad
Galaad
Belén
Zabulón
Efraín
Dan
Benjamín

Los jueces de Israel: portadores de la ley, luchadores por la libertad.

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3. La Monarquía

INTRODUCCIÓN

Israel era una nación diferente de las demás, no era gobernada por leyes humanas sino por el mismo Dios por medio de sus profetas, pero su apego a lo mundano era tal que dispuso ser como las demás naciones, tener gobierno y un rey,  lo que era un rechazo directo a Dios.

Sin embargo, Dios se sirvió de este rechazo para hacer una nueva alianza con su pueblo que vendría reparar la relación con Dios rota por el pecado de Adán y que a demás servirá de antesala a la Alianza hecha con Jesucristo.

El primogénito de Dios (el pueblo) llegó al estado en que no respetaba autoridad alguna, incluso los levitas se enriquecían con los sacrificios que ofrecían los pobres del pueblo. Era necesario algo radical pero en lugar de arrepentirse y buscar humildemente a Dios, decidieron que querían un rey que los uniese y luchara al frente en sus batallas.
Samuel, el último de los jueces había sido líder de Israel durante mucho tiempo, había logrado grandes victorias contra sus enemigos, al envejecer nombró a sus hijos como sus sucesores, lo que fue un error pues sus hijos fueron codiciosos, aceptaban sobornos pervirtiendo la justicia.

Los ancianos de Israel y el pidieron entonces  a Samuel que les nombrara un rey, él lo tomó como algo personal pero al hablar con Dios le aclaró que el rechazo era para Dios y no  para Samuel, le dijo que les nombrara un rey y a demás le recordó lo profetizado por Moisés en el Deuteronomio sobre las exigencias que tener un rey demandan para el pueblo como impuestos, servicio militar y opresión. Pero el pueblo insistió, Samuel obedeció a sus deseos y a la voz de Dios.

EL REY SAÚL

Dios llevó a Samuel hasta un hombre llamado Saúl, que pertenecía a la tribu de Benjamín, con apariencia de rey bien parecido pero que no tenía ni idea de que sería rey ni de cómo serlo.  Saúl fue a ver a Samuel para preguntarle por una parte de su rebaño que se le había perdido, quedó muy sorprendido al ver que Samuel le tenía  preparado un gran banquete y más aun al ver que Samuel tomó el recipiente del aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl y luego le besó diciendo: “He aquí que el Señor te ha ungido como príncipe de mi pueblo Israel”.

“Ungir” significa derramar aceite sobre algo como signo de consagración. El aceite era un signo evidente de que Saúl había sido elegido por Dios, después de esto se convirtió en un ungido, “mesías” en hebreo o “cristo” en griego y ambas palabras significan precisamente eso alguien elegido por Dios para ser el guía y salvador de su pueblo.

Hasta ese día solo los sacerdotes habían sido ungidos en Israel, mas después de ser ungido Saúl comenzó a profetizar y el Espíritu de Dios de derramó sobre él. Aunque el pueblo rechazó la idea de ser gobernado por Dios él seguía gobernando a través de Saúl, el pueblo tenía un rey pero Dios lo eligió.

Al principio todo iba bien pero pronto a Saúl se le subió el poder a la cabeza, y cometerá ciertos errores que le costarán la dinastía y el reinado, demostró su  actitud arrogante cuando al comenzar  una nueva guerra contra los filisteos cuando ellos reunieron un gran ejército en Micmás y el pueblo de Israel no sabía qué hacer pues la mayoría estaba segura de que los filisteos vencerían.

Ante tales circunstancias lo más sensato era pedir ayuda a Dios y así lo hizo Saúl, Samuel dio instrucciones a Saúl de que debía esperarlo en Guilgal siete días hasta que llegara a ofrecer sacrificios. Samuel se retrasó un poco entonces Saúl decidió obrar por su cuenta pidió los sacrificios y el mismo los ofreció.

Al llegar Samuel y darse cuenta de lo sucedido, le dijo a Saúl: “has obrado como un necio, no has guardado los preceptos que el Señor tu Dios te ordenó. El Señor habría consolidado tu reino para siempre. Pero ahora tu reinado no se mantendrá. El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y le ha constituido guía de su pueblo porque tu no has guardado lo el Señor te había ordenado”.

Todo es porque Dios conoce muy bien el corazón de cada uno y Saúl ofreció los sacrificios no por amor a Dios, sino más bien por que quería que Dios hiciera algo por él, ayudarle a ganar la guerra con los filisteos, y pensó que un sacrificio era el precio exigido por Dios, decidió adorar a Dios a su manera y no como Dios lo había establecido.

El siguiente gran error ocurrió cuando por medio de Samuel Dios le dijo que debía destruir la ciudad de Amalec por completo, los amalecitas eran uno de los enemigos más peligrosos de Israel, con frecuencia atacaban de modo cruel y sanguinario las pacíficas ciudades israelitas.

Pero Saúl y sus hombres se apropiaron de lo mejor del ganado, no quisieron entregarlo al anatema, solo ofrecieron a Dios cosas inútiles y sin valor. Samuel se enteró de lo ocurrido y muy enojado volvió a cuestionar su comportamiento, Saúl intentó excusarse diciendo que lo que había tomado lo ofrecería en sacrificios, pero Samuel no le creyó,  Saúl no había entendido aún lo más importante.

Los dos grandes errores de Saúl tuvieron que pagarse con un precio muy alto le costaron su reinado y la dinastía, pero también sirvieron para que Dios eligiera un nuevo rey para su pueblo según su corazón y no según las apariencias.

EL REY DAVID



Imagen: Rey David
Fuente: https://apologia21.files.wordpress.com/2012/11/el-rey-david4.jpg

Después de morir Saúl, David tuvo que enfrentar algunos problemas de rebeldía con una parte de las tribus que querían como rey a un descendiente de Saúl, pero al final logró establecer su reinado situando como capital de su reino en  Jerusalén una antigua ciudad justo en la frontera entre Judá y las otras tribus, y construyo allí también su palacio.

Después de establecerse en Jerusalén, David quiso traer con el Arca de la Alianza y construir para Dios un templo, pero el Señor tenía otros planes, pues dijo a David: “…El Señor te anuncia que Él te edificará una casa. Cuando hayas completado los días de tu vida y descanses con tus padres, suscitaré de ti un linaje salido de tus entrañas y consolidaré su reino. Él edificará una casa en honor de mi nombre y yo mantendré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo, si algo hace mal le castigaré con vara de hombres y con golpes humanos. Pero no apartaré de él mi amor como lo hice con Saúl a quien aleje de tu presencia, tu casa y tu reino permanecerán para siempre en mi presencia y su trono será firme también para siempre” (2 Samuel 7, 11-16).

De las promesas hechas por Dios a David, pueden destacarse siete rasgos principales:
  • El linaje de David tendrá un reino (Salmo 89,28).
  • La alianza se establece con toda la dinastía de David (2 Samuel 7, 11-13).
  • Cuando el hijo de David es ungido es adoptado como el hijo propio de Dios (2 Samuel 7, 14; Sal 2,7).
  • La alianza es ilimitada en el tiempo y el espacio   (Salmo 89,37-38).
  • Jerusalén se convierte en centro espiritual del mundo (Isaías 2,3).
  • El templo es el signo arquitectónico de la alianza davídica, un edificio donde toda la gente de la tierra es invitada a adorar al Dios de Israel.
  • La sabiduría es la nueva ley. A Salomón, el hijo de David se le dará sabiduría para gobernar la literatura sapiensal es para la alianza davídica lo que fue el pentateuco para la alianza mosaica.

EL REY SALOMÓN

Después de la muerte de David y cuando Salomón ya se había consolidado en el trono, Dios se dirigió a Salomón en un sueño y le dijo: “…pídeme lo que quieres que te conceda. Salomón respondió: obraste con misericordia con mi padre y ahora me has hecho rey en su lugar; cumple ahora Señor tu promesa hecha a mi padre ya que me has hecho rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra, concédeme sabiduría y prudencia para poder guiar a este pueblo”. (2 Cro. 1, 7-10).

Entonces Dios concedió a Salomón lo que había pedido y a demás todas aquellas cosas que no había pedido, y llegaría a ser famoso por su riqueza y poder pero sobre todo sería símbolo de la sabiduría a lo largo de todos los siglos.

El reino de Salomón llegó a ser un imperio de ámbito internacional, los logros militares de David extendieron los límites fronterizos del imperio pero la fama de sabiduría y riqueza de Salomón atraería visitantes y comerciantes de muchas naciones lo que beneficiaría sobremanera las relaciones y la economía de Israel.

De todos los logros de Salomón el más recordado fue el de la construcción del templo que representaba un símbolo arquitectónico de la alianza de Dios con su padre David, sería el lugar donde la gloria de Dios moraba entre ellos. David había preparado el camino adquiriendo el terreno donde habría de edificarse el templo pero sería su hijo el que supervisaría por si mismo la construcción.

La gloria de Salomón estaba en boca de todo el mundo pero esto también requería un sacrificio, se hizo necesario cargar a la población con pesados impuestos para pagar los ambiciosos proyectos de las construcciones realizadas por Salomón y miles de Israelitas se vieron obligados a trabajar para su rey.

El pueblo comenzó a quejarse de que la gloria de Salomón los hacia infelices, de hecho ya se había convertido en el tipo de rey que Samuel había predicho años antes: “Samuel transmitió estas palabras del Señor a su pueblo que solicitaba un rey y les dijo: Estos son los derechos del rey que reine sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, los destinará a sus carros y a sus caballos y les hará correr delante de sus carrozas. Los utilizará en su ejército como jefes de centuria y oficiales. Les hará sembrar y segar sus campos y fabricar armas y carros. a vuestras hijas las tomará como perfumistas, panaderas y cocineras. Vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares os los tomará para dárselos a sus sirvientes. De vuestras cosechas y de vuestras vendimias os exigirá el diezmo para dárselo a sus cortesanos y servidores. Vuestros siervos y siervas y vuestros mejores bueyes y borricos los llevará para emplearlos en sus labores. Hasta de vuestros rebaños os exigirá diezmos y vosotros mismos seréis sus siervos…” (1S 8,10-20).

Pero a pesar de todo esto la carga más insoportable eran las mujeres de Salomón, el rey se había casado con muchas mujeres de naciones vecinas, de esas mismas naciones sobre las que se había advertido al pueblo de Dios que no debía relacionarse en absoluto.

Con setecientas mujeres y trescientas concubinas, Salomón no podía negar que tenía un gran número de esposas, ellas lo convencieron de construir templos a sus dioses en los alrededores de Jerusalén entonces Salomón en lugar de llevar a los gentiles a adorar al verdadero Dios, acabó arrastrando a su propio pueblo a adorar a dioses extranjeros, lo que constituyo una falta grave y un motivo para el declive del reinado de Salomón.

Influenciado por sus mujeres, “cuando Salomón llegó a la ancianidad, ellas inclinaron su corazón tras dioses extraños y su corazón no fue por entero para el Señor, su Dios, como había sido el corazón de su padre David. Salomón siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo de los amonitas. Salomón hizo el mal ante los ojos del Señor y no se entregó completamente al Señor como su padre David” (1R.11, 4-6).      
    
A pesar de los errores de Salomón Dios una vez más muestra misericordia por su pueblo y no lo abandona, cumple su promesa hecha a David: “si algo hace mal le castigaré con vara de hombres y con golpes humanos pero no apartaré de él mi amor”.

Luego se da la división del reino con el reinado Roboam hijo de salomón. Después viene una sucesión de reyes buenos y malos para ambos reinos. 

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